domingo, 4 de mayo de 2014

Irène Némirovsky, El baile. Páris, 1929.














Irène Némirovsky, nacida en Kiev, Ucrania en 1903, rusa de origen judío que fue exiliada por causas de la revolución bolchevique.  Su familia se establece en París, Francia y ella estudia literatura en la Universidad de Soborna –la institución de mayor prestigio en Francia en la licenciatura de letras- .  Joven autora que con 26 años nos entrega su tercera novela Le bal.  Su muerte es prematura y trágica. No obstante haberse convertido al catolicismo desde su exilio, es reclamada como judía, por el Tercer Reich del gobierno de la Alemania Fascista.  Morirá en 1942 en el tristemente afamado campo de concentración de Auschwitz. 




Lista del convoy número 6, con 119 mujeres hacia el terrible destino final
el 16 de julio de 1942.  El nombre de I. Némirovsky aparece como Epstein Irène Némirovsky,  femme de lettres, mujer de letras.





























El baile es una breve novela realista, sencilla y casi podríamos catalogar de plano, sin sorpresas.  La autora no se involucra con expresiones de sentimientos o se permite realizar observaciones significativas.  De esa manera fría, con la misma absoluta indiferencia de la protagonista de 14 años, nos narra en tercera persona lo que parece ser el pasado de I. Némirovsky y lo transforma en el  presente de Antoinette Kampf y su familia de nuevos ricos.





El padre de la autora era un  banquero judío rico, y Sr. Kampf también era judío y ha tenido un golpe de suerte que cambió su economía y estatus social.  Sin mucho preámbulo  nos enteramos que los padres de Antoinette quieren debutar en la sociedad parisina con un baile, para dar a conocer su fortuna y lograr un lugar en la alta sociedad exclusiva de antiguos burgueses y aristócratas millonarios.  La hija adolescente manifiesta su emoción por asistir al evento y encuentra una negativa rotunda por parte de su madre, quien argumenta que es ella la que tiene que ser la protagonista central de la fiesta.
Así se romperá el mito universal de la infinita bondad y sacrificio de las madres para con los hijos, la Sra. Kampf ha ido alimentando el rencor de su hija con ofensas continuas y eso dará como resultado una tremenda rivalidad de poder y protagonismo entre ellas.

Las escenas se desarrollan con planteamientos ligeros, la historia avanza sin detonar un ritmo de sentimientos, describiendo perfectamente a la madre para apreciar el cambio de personalidad drástico que sufrirá el personaje principal, Antoinette.




La Sra. Kampf se irrita por el poco interés de su hija en los asuntos de la sociedad y el lucir como verdadera rica, ella quisiera ver en Antoinette una grácil jovencita de refinados modales y no es así, entonces reacciona agrediéndola, haciendo referencia a su cara adolescente con frases muy hirientes como  -“¿En qué sueñas con ese labio colgando?”-

La adolescente está ansiosa de ser ya una mujer, de tener un novio como el de su institutriz, de que la besen y abracen y pasa las horas imaginando y soñando cómo será todo ese mundo de “mujer”.  Desea ir al baile y que todos la admiren, bailar en los brazos de un hombre con un bello vestido.  Pero no.  Esta su madre para impedirlo, su madre a la que ahora siempre le estorba.  Resulta que Antoinette también es ambiciosa, quizás más que su madre.
La venganza de la adolescente, toda esa ira acumulada y la frustración reprimida, saldrán al vuelo como el paquete de invitaciones para el baile que debería de depositar en el buzón y decidió lanzar al río Sena.   Ha sido la manera de castigar a su madre.

Ahora tenemos a la nueva Antoinette, la adolescente perversa que desafía las normas para dar un paso a la madurez, con una indiferencia e irresponsabilidad total con todo el desapego que tanta lágrima le ha ido forjando.

El día de la gran fiesta llega, la madre está vuelta loca de nervios… mientras la chica observa escondida en un lugar de primera fila el desastre que se avecina.

La escena de la espera de los invitados es genial, lo que más me ha gustado de la novela.  La descripción que la autora nos brinda de los personajes, que por cierto son bien pocos, sus actitudes individualistas –tanto de la madre como de la servidumbre o la única invitada que ha llegado- son tan patéticas que toma un tono ambiguo de tensión y comicidad.

Y así concluye el baile tan esperado por la Sra. Kampf, así, sin siquiera haber comenzado.
Antoinette, que parece dimensionar  la tragedia por primera vez, se muerde las manos y dice –“Me importa un bledo”.  Ya no teme a su madre, rompió la barrera entre ellas ahora ambas son capaces de las mismas cosas.



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